El crecimiento siempre devora efectivo y para un emprendedor, la felicidad es un flujo de fondos positivo.
El dinero cantante y sonante es como la sangre que corre por las arterias de una empresa, y sin sangre no hay vida. En una empresa pequeña (incluso en muchas medianas), la liquidez es más importante que la rentabilidad, porque sin rentabilidad, la empresa puede sobrevivir algún tiempo, pero sin liquidez, la empresa tiene que cerrar. Así de simple.
Un empresario PyMe que no tenga atrofiado su sentido común por las recetas académicas preparados para las grandes corporaciones, se da cuenta intuitivamente, que si se queda sin caja tiene que cerrar, por eso la cuida tanto, por eso intuitivamente le presta más atención a la liquidez que a la rentabilidad, o sea al “flujo de fondos” que al “balance”.
Pero la mayoría de los contadores, (y les ruego desde ya a los colegas que me perdonen la impertinencia), deberían intentar pensar un poco más como piensan los empresarios, deberían darse cuenta que el “Estado de Origen y Aplicación de fondos” obtenido como una resta entre los saldos de las cuentas patrimoniales que surgen de Estados Contables confeccionados según los criterios impositivos (que nunca reflejan la verdadera situación patrimonial y financiera de la empresa) no le sirven al empresario para dirigir.
Deberían empezar a pensar seriamente en desarrollar una contabilidad pediátrica, donde el análisis de lo percibido preceda al análisis de lo devengado y no al revés. Donde saber si va a necesitar o no disponer de más dinero, cuánto dinero va a necesitar y cuando es más urgente y tal vez más importante que saber si ganó o perdió y cuanto, simplemente por que de eso depende la supervivencia de su empresa, y por lo tanto, lo que está en juego no es sólo un asunto de negocios, porque en las empresas familiares, la empresa es un asunto personal donde en cada decisión se juega una compleja trama de emociones y sentimientos que un balance confeccionado para presentar ante la AFIP jamás alcanzará a reflejar
Algunos colegas afirman que sus clientes toman decisiones irracionales y hacen cosas que no son lógicas, yo prefiero pensar que en realidad responden a una lógica diferente.
Piensan que un proceso racional puede dominar a un proceso emocional, después de observar minuciosamente a los empresarios tomar decisiones durante mucho tiempo, yo pienso exactamente lo contrario.
La caja es la sangre de la empresa y por eso no puede haber una Pyme sana con una caja crónicamente enferma; porque no existe un corazón sano si hay una sangre enferma. Debemos aprender a prestarle más atención a lo percibido que a lo devengado, a la caja que a la rentabilidad, que es lo mismo que decir al análisis del flujo de fondos que al análisis del balance.
La ganancia no es lo que más interesa en una PyMe familiar, la ganancia es secundaria, lo que más importa es la liquidez y el flujo de caja. Los cuerpos en crecimiento necesitan ser alimentados y una empresa que crece rápido devora efectivo. Aunque esto ya se sabe y es totalmente predecible, en la práctica, la empresa todavía no tiene desarrollados los procedimientos contables y administrativos que le den la información que se necesita para calcular cuánto más podría crecer la empresa en base a la reinversión de sus propias utilidades, sin caer en una crisis financiera. El empresario (que está trabajando como gerente de su propia empresa) o no sabe calcularlo o no tiene la información para calcularla, o –lo que es peor- tiene una información completamente distorsionada.
Por eso, para que el fracaso no lo sorprenda celebrando el éxito, mientras está festejando lo bien que le van las cosas, ya tiene que estar pensando en la próxima financiación; si no la necesidad de caja llegará a la fiesta inexorablemente aunque no la inviten y aunque no la esperen y cuando eso ocurra sin tener información, Mr. éxito será una víctima más del descubierto o de ese buen señor que siempre está dispuesto a cambiarle los cheques.
Juan Carlos Aimetta