La prevención de la codicia y el rencor en la 2da. generación

El primer paso es evitar que los niños sientan que tienen derecho. Si ya es demasiado tarde, entonces deben tomarse medidas correctivas.

En muchas empresas, la proliferación de accionistas ha constituido una amenaza de destrucción. Si la sociedad occidental se ha convertido en una sociedad de derechos, como muchos han dicho, en ningún lugar están estos derechos más presentes y con mayor poder destructivo que en la Empresa Familiar.

En uno de los escenarios más comunes, los dirigentes de la empresa necesitan dinero para seguir creciendo pero los accionistas que no trabajan en ella -aquellos que durante años la van exprimiendo sin realizar ninguna aportación al éxito de la misma- no quieren ni oír hablar del tema. Este tipo de empresas suele tener en la sombra a un pequeño grupo de accionistas de la generación sucesora que nada entienden de negocios y que se sienten engañados. Tanto los directivos familiares como los no familiares, los que mantienen el negocio a flote, se preguntan: “¿Qué podemos hacer?”

Este sentimiento de tener derecho a algo empieza pronto, cuando se enseña a los niños que tienen una especie de derecho divino a beneficiarse de la empresa sin que para nada cuente cuál haya sido su aportación. El mensaje que emana de muchos padres no es: “Trabaja duro para ser aceptado”. En su lugar, los niños oyen: “Saques lo que saques de la empresa, tienes derecho a ello”.

Hay muchas recetas para situaciones como esta. En el caso de la elección de los sucesores, la mejor garantía de que sólo se va a considerar a aquellos que estén cualificados es la existencia de un consejo operativo en el que se incluyan miembros externos a la familia. En un sistema de mérito, alguien tiene que ser el juez.

Mientras el fundador está vivo y dentro de la empresa, puede que sea capaz de mantener la paz entre hermanos enfrentados a base de amenazas y promesas. Y algunas veces, después de desaparecido el padre, la paz se mantiene “por amor a la madre”.

A los hijos que no tengan aptitudes o que no estén comprometidos con la empresa se les debe animar a que busquen trabajo fuera de ella. Cuando los hermanos no se llevan bien, cuando la rivalidad persiste hasta que son adultos, no deberían entrar todos en la empresa. No se deberían dar acciones a los hijos cuando son jóvenes, sólo para ahorrarse dinero en impuestos. Los parientes políticos hostiles pueden ser una fuerza de división muy poderosa. Espere a ver con quién se casan sus hijos y si sus cónyuges pueden adaptarse a las necesidades de la familia y la empresa.

Desafortunadamente, muchos propietarios no se enfrentan a estas cuestiones. Meten en la empresa a miembros de la familia que están enfrentados entre sí con la esperanza de que aprendan a llevarse bien. Se espera que la empresa sea una fuente de terapia en vez de ser una fuente de bienestar económico para la familia.

Incluso cuando está claro que los hijos de una familia nunca trabajarán en equipo, los padres siguen buscando una solución que haga “felices” a todos. Algunos propietarios tratan de crear áreas separadas dentro de la empresa para que cada hermano tenga su propia parcela y no tenga que entrar en contacto con los demás hermanos, hermanas o primos. Sin embargo, las heridas continúan supurando bajo este vendaje. Tarde o temprano volverá a correr la sangre y, generalmente, esto sucede cuando el progenitor fallece.

Otros propietarios prefieren creer que en su familia no hay conflictos. Sólo se les puede hacer entrar en razón y actuar racionalmente cuando reciben una contundente amenaza: cuando ellos no estén, su viuda, todavía de luto, va a tener que enfrentarse a los problemas que ellos ignoraron.

Mientras el fundador está vivo y dentro de la empresa, puede que sea capaz de mantener la paz entre hermanos enfrentados a base de amenazas y promesas. Y algunas veces, después de desaparecido el padre, la paz se mantiene “por amor a la madre”. Pero cuando padre y madre han fallecido, no queda nadie para evitar que estalle la guerra.

A los hermanos que no son capaces de cooperar se les debería pedir que se marchasen. Cuando accionistas disconformes se vuelven destructivos, la única solución es deshacerse de ellos, podar el árbol. A largo plazo, comprarles las acciones es la manera más barata de solucionar el problema. Cuanto más espera el propietario, más costosas y difíciles resultan las soluciones para todos los afectados.

Los líderes naturales ayudan a que florezca el líder en los demás. Ellos entienden que las responsabilidades van aparejadas a los derechos. Son lo suficientemente fuertes y seguros para explicar pacientemente las medidas a tomar, y que los demás las acepten. Para ellos la sucesión no es los clubes de golf o los coches de la empresa, sino una oportunidad de trabajar duro para el éxito de la empresa y el bienestar de todos.

 

Por León Danco, experto en Empresa Familiar.

2019-09-04T15:43:55-03:00