LOS PADRES EMPRESARIOS Y LA RESPONSABILIDAD DE PREPARAR A LOS HIJOS.

Entre sus múltiples responsabilidades, los empresarios que están al frente de una Empresa Familiar tienen que asegurar la supervivencia de su empresa en el futuro y, con ello, pensar en quién va a estar al frente de ésta cuando el que actualmente la gestiona ya no lo haga. No sólo hay que contemplar el quién o quiénes continuarán con la empresa, sino también el cómo se hará, ya que es posible que sea de forma diferente a como ha sido hasta ahora.

En el supuesto de que las voluntades de sucesores y sucedidos coincidan, nadie puede asegurar que los mejores sucesores vayan a ser los familiares, pero sí que se puede preparar esta larga travesía desde su inicio. Y ahí es donde debe ejercerse esa responsabilidad como padres y como empresarios: abordando el proceso de la sucesión con la generación siguiente desde las primeras etapas de la educación.

La educación en casa es la base estructural, es el esqueleto donde se asentará toda la arquitectura posterior del individuo y es en la casa y en la familia donde se aprenden y se asimilan los valores del individuo. Valores que van a ser los que conformen su personalidad y su modo de hacer y de decidir, valores, además, que son válidos en cualquier entorno, sea familiar o empresarial.

La enseñanza de esos valores no responde al patrón de educación escolar sino a una constante y suave transmisión de los mismos. Estos valores se sirven como plato principal, pero sus guarniciones (amor, respeto, buenas formas, rigor en la conducta…) son tan importantes como el plato al que acompañan y serán el soporte de la sinceridad, de la capacidad de adaptación, de la firmeza, de la generosidad y de la dignidad.

Se trata en definitiva de construir un modelo de entusiasmo con el trabajo y con la familia, para que, cuando los hijos tengan capacidad, sea posible poder discutir con ellos acerca del significado de la Empresa Familiar.

No es ni más ni menos que la construcción conjunta de un sistema familiar abierto, donde la comunicación es el vehículo indispensable de entendimiento entre los miembros de la comunidad, y donde se debe poder plantear y resolver cualquier duda y conciliar cualquier discrepancia. Aparece aquí una buena ocasión para fomentar la solidaridad, la humildad y la aceptación de las diferencias.

“El espíritu abierto de la familia es lo que conducirá a los hijos hacia la empresa sin imposiciones, con sinceridad y aceptando todas las responsabilidades que tal decisión lleva implícitas”

Los hijos de empresarios familiares propietarios de una empresa exitosa, tienen más recursos y más privilegios que la mayoría de los niños, lo que se traduce, en muchos casos, en una forma diferente de vivir o, cuando menos, en una forma distinta de enfocar las cuestiones. Pero todo ello debe acompañarse de la responsabilidad que conllevan esos privilegios.

A medida que los hijos crecen, crece su capacidad de incorporar más elementos a su formación. Una vez van a la escuela, la labor de educación y formación en la familia no se puede relajar, sino todo lo contrario: debe acompañar a la formación de la escuela sin dejar de transmitir y fijar los valores básicos de la persona. Se entra en una fase de complementariedad con la educación y la formación que reciben fuera de la familia en la que la congruencia con la escuela es fundamental para no emitir mensajes que pudieran ser interpretados como contradictorios con conceptos como apoyar la dedicación al trabajo, valorar la adquisición de habilidades y conocimientos, la laboriosidad, el respeto a las normas, la honestidad, la igualdad o la justicia.

Más adelante, no obstante, es factible ya introducir un elemento que sí puede parecer contradictorio con ese sistema construido: la curiosidad por la Empresa Familiar. Parece contradictorio porque, en el sistema de comunicación abierto, debe caber el fomento a la exploración individual y al desarrollo en igualdad de todos los miembros jóvenes de familia, ofreciendo oportunidades para que la siguiente generación realice sus sueños, dentro de la Empresa Familiar o fuera de ella, en términos de igualdad a cualquier otra opción profesional.

Aún así, parece evidente que a los hijos hay que hablarles de la empresa: es el lugar donde sus padres pasan la mayoría del tiempo que a ellos no se les dedica. Las primeras percepciones, percepciones inconscientes incluso, que los hijos tendrán de la Empresa Familiar dependerán no ya de lo que se cuente de ella o del trabajo en ella, sino del tono en el que se haga, del ánimo y de la ilusión que se transmita, que va más allá de la literalidad de las palabras.

Se trata en definitiva de construir un modelo de entusiasmo con el trabajo y con la familia, para que, cuando los hijos tengan capacidad, sea posible poder discutir con ellos acerca del significado de la Empresa Familiar.

Si realmente se desea una continuidad familiar en la empresa, ésta debe presentarse a los jóvenes como un premio a su buen hacer y afrontar el compromiso con ilusión, de manera que se esté proporcionando una visión amplia de la Empresa Familiar. Precisamente esta amplia visión de la Empresa Familiar y el espíritu abierto de la familia es lo que conducirá a los hijos hacia la empresa sin imposiciones, con sinceridad y aceptando todas las responsabilidades que tal decisión lleva implícitas.

Una vez tomada y hecha efectiva la decisión de incorporarse, el trabajo a realizar conjuntamente es una carrera de fondo. Probablemente lo más duro le corresponde al personaje que en un no muy largo plazo de tiempo, será relevado, porque debe impulsar tenazmente todo aquello que ha ido construyendo en su cabeza y que, además, está cargado de sentido. Pero no puede ser un proceso solitario: la siguiente generación tiene la obligación de trabajar para que todo lo que ha ido aprendiendo a lo largo de su infancia y adolescencia se implemente (“estoy en la Empresa Familiar y voy a realizar mi sueño en ella”).

El papel de educador, por tanto, no termina una vez se han asumido responsabilidades profesionales por parte de los jóvenes. El padre educador, el empresario trabajador, el compañero de juegos, se transforma en mentor del proceso que se ha ido construyendo en el sistema familiar abierto del que antes hablábamos: proponiendo la exploración y la reafirmación del compromiso y revisando el sueño y procurando su viabilidad.

El grado en que cada uno de los jóvenes haya decido participar en la Empresa Familiar no es lo más importante. Lo verdaderamente trascendente es que asuman el compromiso adquirido, que se impliquen en lo que cada uno decida pero con total seriedad y desde el cariño y el respeto por la empresa.

 

2018-12-07T12:37:40-03:00